Volver a Letras y Alcohol


James  miró la pantalla del ordenador por encima de la cortina de humo y volvió a aspirar lentamente otra calada del porro de maría con el que buscaba llegar a la inspiración.
Hacía prácticamente un año que no escribía nada en aquel blog y no sabía con que empezar, sobre que escribir. Soltó el humo de nuevo y frunció el ceño mirando las palabras inconexas que acababa de escribir en la hoja de Word.
De fondo estaba sonando “Some Kind Of Monster” de Metallica.
El escritor buscaba en su mente alguna anécdota pasada con la que poder empezar, algo gracioso o políticamente incorrecto con lo que volver a engatusar al público que un día ya hacía tiempo se aficionó a visitar asiduamente el blog, ya bien por simple curiosidad, por afinidad a los pequeños relatos, o por matar el tiempo haciendo algo diferente.
James sonrió al llegar a su mente un fugaz recuerdo.
Aquella noche llena de anécdotas. Recordaba aquella cena, ¿cómo olvidarla?
Estaba en su archivo de experiencias vitales.  Es lo que tienen los momentos especiales con los amigos, aquellos que quizá ya nunca vuelvan a repetirse o si lo hacen nunca volverán a ser, ni a competir con los que fueron los ya idealizados.

-Vamos a mear –dijo Luisma, con unos ojos que no intentaban en nada disimular que no eran los de siempre, a causa de la emoción del momento y sobre todo del alcohol que viajaba en aquel momento por su torrente sanguíneo. –Es que me meo tío ¡me meo! –dijo de nuevo a algunos de los amigos que estaban alrededor, mirando a un lado y otro de la calle con desesperación, buscando un lugar en el que mear y deshacerse de las cervezas y sangrías que había bebido durante la cena.
-¡Cabrón, haber meado dentro! Puto pajero, está esperando a que nos vayamos del restaurante para mear –dijo Javi en un tono entre la indignación y la risa burlona hacia su amigo. 
–Vamos a mear allí –indico Álvaro con el dedo hacía la entrada oscura a un parking subterráneo.
-¡Ahjj, aaahjj! –gritó en un idioma incomprensible Luisma mientras corría como un loco hacía el parking –¡me meo!
Entró rápidamente hacía la íntima oscuridad después de cruzar corriendo la calle en prácticamente un suspiro.
Las prisas y los nervios nos hacen incautos y despreocupados y eso sumado a la desagradable sensación de que vas a mearte y no puedes hacer nada para remediarlo, aumentan esa despreocupación haciendo que solo tengas un objetivo en la vida. Ya nada importa en mi mísera existencia salvo una cosa. Mear.
Luísma entró en aquella bajada al parking oscura como una cueva, corriendo, con un ansia irrefrenable por soltar aquella meada que le devolvería la tranquilidad.
Corría hacía el final de la entrada, a la máxima oscuridad, con la polla ya en la mano y los pantalones medio colgando, la camisa entresacada y la cara de desesperación puesta, cuando de repente tropezó con una cadena oculta en la oscuridad, que recorría el espacio completo de una pared a la otra de la entrada al parking, privando el acceso a vehículos. Aquella cadena que estaba a la altura de los tobillos de una persona, frenó la prisa de los pies de Luísma que calló como un saco con sus noventa kilos de peso golpeando sus codos y aparcando su cara en el frio suelo de cemento.
Por suerte, su pequeño pene se había salvado.
Que risas hubo tiempo después recordando aquel desafortunado día para Luísma. El pobre estuvo sufriendo toda la noche sentado en unas escaleras de acceso a una discoteca.
Después al irse solo a su casa, tuvo que ir al hospital al ver que el dolor era intenso. Tenía los dos brazos rotos a la altura del codo y se los tuvieron que escayolar. Parecía un avión.
Todos nos seguimos preguntando a día de hoy como se limpiaba el culo en aquella situación.

James sonrió de nuevo. Sí, suponía que podía empezar inspirándose en algún recuerdo perdido por la mente. Sería un buen comienzo.
Estaba decidido, Letras y Alcohol volvía a arrancar.




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