Citas rápidas - Henry Cauver Cap.1



Joder que tía más rara, ¿de donde coño sale esta gente?
No dejaba de preguntarse lo mismo una y otra vez desde que había llegado. Hacía ya rato que había dejado de escuchar lo que ella le estaba diciendo, lo cual la verdad aparte de no tener sentido aparente no le importaba una mierda. Pero sin embargo no podía dejar de mirarla, una atracción extraña se cernía sobre él y no podía apartar la vista de ese sin fin de defectos que no paraba de encontrar en ella. Tenía un extraño labio superior que parecía estar partido por la mitad, parecía un maldito corazón al revés, lo cual le daba a su boca una forma bastante extraña. Por un lado la incomodidad de saber que ella podía percatarse de que la estaba mirando, pero por otro lado… Joder que tía más rara.
-Me he dado cuenta de cómo me miras, y tengo que decirte que tú a mí también me atraes mucho – dijo ella.
-¿Qué?, ¿yo?, pero, a sí claro, sí. ¿Enserio? –pregunto sorprendido.
Se conocían hace 4 minutos y realmente no había dicho ni una sola palabra, y sin embargo aquella mujer le acabada de contar en un tiempo record, sus aficiones, las cual la verdad le parecían un poco deprimentes, los problemas de tres amigas diferentes, que su abuela con la cual dormía cada noche tenía incontinencia urinaria y le había sobrado tiempo para tararear y destrozar un éxito de los 80 haciendo que pareciese una psicofonía.
-Dicen que me parezco a Jennifer Anniston-
-¿En serio? Dijo él frunciendo el ceño-
-¿A no? ¿A quién dirías que me parezco?- dijo melosamente
-No sé, te vas a reír cuando te lo diga – dijo él – ¿has visto la peli de Buscando a Nemo?
-¿Y a ti te han dicho que eres gilipollas?
¡Ring! ¡Ring! ¡Ring! (Sonó el timbre)
Salvado por la campana, en qué momento se había dejado convencer para venir a este circo. Había visto lo de las citas rápidas en las películas, pero no creía que existieran de verdad. Maldita sea, que coño hacía allí, como había llegado a ese punto. Siempre se le había considerado un tipo genuino, atractivo, atlético e inteligente, incluso destacable y sin embargo aquella tarde se había dejado convencer por sus amigos, Santi y Elena, para ir a esa cosa lo que quisiera que fuera. Sobre todo había sido cosa de ella, intuición de mujer decía.
Necesitas levantar cabeza, cambiar de aires, relacionarte con gente. Cada año que pasa te haces más raro y huraño -hablaba Elena mientras se movía por la habitación atareada-. Miro hacia atrás y te veo ahora y no te reconozco. Esta tarde vas a ir a unas citas rápidas de esas que salen en la tele, se organizan en el Gins Café.
No pienso ir a esa mierda – dijo burlón con un tono de voz más parecido al de un niño pequeño – pienso quedarme aquí tirado no haciendo nada.
Quién sabe, a lo mejor terminas echando un polvo y todo
Déjale ya Ele – dijo Santi.
Calla capullo si hay que ir pues voy y fuera, lo haré por mi bella amiga – dijo el poniendo voz cómica.
Ya, ¿no será por el polvo?

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